No me lo puedo creer. Ayer estuve todo el día deprimida pensando que podría pasar con la pobre Venezuela si se aprobaba la reforma. Estaba segurísima que ganaría el SI. Pero fíjate, cuando menos te lo esperas te llega una agradable e inesperada sorpresa. Después de más de nueve horas tras el cierre de las urnas, cuando ya se habían oído caceroladas, cuando la impaciencia entre los dirigentes opositores para que se hicieran públicos los resultados era manifiesta, el CNE oficializó lo que la mayoría sabíamos a través de los celulares y del MSN: por primera vez en nueve años de Gobierno y tras 11 victorias electorales, el presidente Hugo Chávez sufría una derrota en las urnas con el rechazo a la reforma constitucional por la cual tendría acceso a la reelección indefinida, entre otras cosas.
Tras el cierre de las urnas, los primeros sondeos auguraban una victoria muy estrecha del Gobierno. Las caras de algunos informadores de Globovisión reflejaban tristeza. A las cuatro horas se hablaba de "empate técnico". Y los periodistas no podían disimular la alegría. Oficialmente nada se supo hasta que pasada las siete horas salío el vicepresidente, Jorge Rodríguez ante los medios reconociendo que los resultados estaban "reñidos".
Estuvimos ahí, en cada marcha, cada calle, cada semáforo, repartiendo volantes, rayando carros, reunidos planeando estrategias... Faltamos a clase, llevamos sol, lluvia, cansancio, tragamos bombas lacrimógenas, fuimos acosados, corrimos, saltamos, lloramos, reímos. Ahora porto orgullosamente el meñique pintado de azul, porque gracias a Dios, por un margen muy pequeñito cumplimos nuestra misión y gano el NO.
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