jueves, noviembre 20, 2008

Xenofobia en Caracas hacia venezolanos

Tuve que pasar un par de días por Caracas porque tenía cita en la embajada americana. Cuando llego el tan esperado dia, me presente a mi cita con una mezcla de tranquilidad y angustia, la respuesta del oficial que me atendió fue negativa, que no califico para una visa de turista de los Estados Unidos de America.

La verdad es que he tenido que hacer demasiados trances por culpa de los benditos pasaportes extraviados que a veces me pregunto si vale la pena.

Pero como al final en Estados Unidos se encuentra el 50% de mi familia (California, Colorado, New York, Florida, Texas, Minneapolis, Pennsylvania, Connecticut, Massachussetts, Illinois, New Jersey, etc) no me queda otra que sacar una visa si los quiero visitar.

Así que tuve que hacer la guacharanga de sacar una visa americana, primero pagas la cita que haces por telefono (con los preciados cupos de CADIVI), te la dan para dentro de 6 meses, esperar 6 meses para recolectar toda el papeleo que me hace falta (con el trabajon burocratico de este país), luego decirle a mi tía que iré a incomodarla un par de días a su casa y por fin, llega el esperado día, y me la negaron, me dieron ganas de llorar, pero igual se me ocurrio preguntar algo muy importante así que le dije "Señor, el próximo año seré española y tendré pasaporte español, ¿Influirá que Ud. me haya negado la solicitud en mi pasaporte español?" el oficial no supo contestarme. Muy politely le dije "Thank You", me dí la vuelta y llamé a mi tía, y me consolo diciendo "C'est la vie".

martes, noviembre 18, 2008

El sindrome de Bogota

No sé a cuántos les puede estar pasando, pero en mi experiencia, son ya unos cuantos. Por trabajo o por placer han pasado por Bogotá y vuelven encantados. Cuánta limpieza, cuánto orden, cuántos policías por doquier. Qué ricas son las frutas, qué agradable es el clima, qué bonitos los edificios de ladrillo, el barrio histórico de La Candelaria y el Museo del Oro. Y sobre todo, qué cortés es la gente, qué bueno el servicio en todas partes, qué educada cada persona desde el botones hasta el taxista, desde el funcionario de inmigración en el aeropuerto hasta la chica que me hace comprar tres pares de botas de cuero.

Ninguna de esas apreciaciones me parece exagerada ni injusta. En efecto, la capital colombiana tiene zonas muy agradables donde se respira un orden y una tranquilidad bastante exóticas para un habitante de Caracas, Valencia o Maracaibo. Por supuesto que las frutas son maravillosas y que, por lo general, la gente es amable y uno se complace con esa cortesía virreinal que tanto contrasta con la informalidad del Caribe, esa informalidad nuestra que, como sabemos, degenera con mucha frecuencia en la mera falta de respeto. Uno percibe que los bogotanos quieren trabajar y quieren trabajar bien, que quieren a su ciudad y a su país, y que allá hay un gobierno interesado en que eso pase.

Lo que me llama la atención es cómo estas apreciaciones producen una decisión más compleja: irse a vivir a Bogotá. Se está extendiendo entre el grupo de la población venezolana que ya no se halla en el país o que está harta de la delincuencia o la inseguridad en todos los ámbitos, y que tiene cómo exiliarse. Una aproximación parcial a esa ciudad induce a algunos compatriotas a pensar que allá encontrarán una vida casi ideal. Es lo que pasó en un momento con Costa Rica, lo que sigue pasando con Panamá y lo que ha comenzado incluso a pasar con Perú. Sin saber mucho sobre esos sitios, algunas personas viajan allá con bajísimas expectativas iniciales y se encuentran con ciudades que tienen prosperidad, cultura y buenos gobiernos. Cuando esa primera impresión se mezcla con un coctel emocional en el que se han ligado la angustia por la situación venezolana y la necesidad de huir de ella ante la imposibilidad de vislumbrar una solución a corto plazo, surge a veces esta medida de partir a Bogotá para encontrarse un nuevo destino.

Pero las cosas pueden no salir nada bien. Porque bajo la cortesía andina, está también la desconfianza. Y detrás de los centros comerciales con tiendas de marca, hay una crisis económica en la que no sobra el empleo. Porque ese síndrome de que Bogotá es un impulso, a veces es un salto al vacío. Es cierto que la capital colombiana tiene muchas virtudes, pero también muchísimos problemas, como el país entero. Yo no puedo negar a estas alturas que la opción de dejar Venezuela tiene mucho sentido, pero una decisión tan relevante no puede tomarse en una chiva rumbera ni un tour de compras.

Lo que deberíamos ver es cómo Bogotá ha salido adelante pese al conflicto armado y la pobreza.

Cómo nuestros vecinos tratan de reconciliarse consigo mismos y cómo han apostado por el esfuerzo y el trabajo. Unos días en Bogotá podrían darnos ideas sobre cómo una sociedad, no sólo un gobierno, puede hacer un esfuerzo colectivo por estar mejor.

domingo, noviembre 09, 2008

Viaje a Bogotá

Me fui a Caracas anoche y estoy llegando a Bogotá, como ya es tarde, y el internet sale gratis, voy a describir como viví una experiencia extraña ésta mañana en Caracas. La insólita experiencia de conocer una buena obra de gobierno se produjo cuando fui a la nueva sede del mercado municipal de Chacao. Manolito me llevó.

Fue lo único que me dio chance de hacer turisticamente. Pero primero quise pasar por la antigua sede, adonde fui varias veces. El mercado viejo tenía un encanto cuando iba, por el ambiente y todo lo que conseguía ahí, pero en realidad, no es más que un galpón caluroso, sucio y deprimente que se construyó como solución improvisada. Dentro de él siguen trabajando los pocos comerciantes que no quisieron mudarse al nuevo, con distintos argumentos (el más reciente, bastante absurdo, es el de la defensa de una tal "tradición oral") y que, hay que decir, son chavistas.Chavistas en este caso preocupados por el valor patrimonial que el IPC le da a ese galpón; chavistas que han respaldado a las mismas autoridades que permitieron la devastación de Sabana Grande y del Centro Simón Bolívar, entre muchas otras cosas, y que no han reconstruido Vargas a casi 10 años del deslave. Esos comerciantes siguen en el mercado viejo y vacío, aunque tienen puestos esperando por ellos en el nuevo. Y el nuevo es verdaderamente distinto: es fresco y amplísimo, de concreto y ladrillo, con mosaicos y luz por todas partes, con locales en los que uno podrá comer platos hechos con ingredientes que se venden cuatro pisos más abajo y mirando El Ávila.

Un mercado donde debe provocar trabajar y donde sin duda provoca comprar, donde las mercancías se ven mucho mejor y resisten mejor nuestro clima, y que cuenta con una terraza para que uno mire el cielo y respire. El nuevo mercado de Chacao expone muchas cosas, aparte del relámpago de limpieza y modernidad que tanto contrasta con lo que pretenden defender los chavistas que se aferran al viejo. Significa que un equipo municipal electo dos veces invirtió el dinero público en una obra pública,donde la gente trabajará, producirá y se encontrará con sus clientes y vecinos. Implica la revalorización de las cuadras adyacentes, una zona en la que muchos empresarios inteligentes querrán invertir en cafés, librerías o restaurantes. Y sobre todo, la materialización de que no todo está perdido, de que todavía hay quien construya beneficio colectivo. Es una obra tan buena como el Hospital Cardiológico Infantil y el tren del Tuy, a cuyos responsables hay que agradecer también. Y ojalá haya más mercados como éste, fuera del oriente rico de Caracas. Ése es el país que quisiera ver crecer.

martes, septiembre 02, 2008

La Gente que me gusta

Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite, huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de nuestro padre Dios. Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de si, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio. Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme. La gente que tiene tacto. Me gusta la gente que posee sentido de la justicia.

A éstos los llamo mis amigos.

Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor. La gente que nunca deja de ser aniñada. Me gusta la gente que con su energía contagia. Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera. Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata. Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos. La gente que lucha contra adversidades. Me gusta la gente que busca soluciones. Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que valora a sus semejantes no por un estereotipo social ni como lucen. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen. Me gusta la gente que tiene personalidad. Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.
Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mi me doy por bien retribuido.

Mario Benedetti.

Y a mi me gusta Pierre también (el de la foto).

martes, mayo 20, 2008

Todavía en Clases

De acuerdo con el momento y las circunstancias, no hay nada más lujoso (ni mas sabroso) que un beso, un café, una arepa o un pan tostadito, sea la hora que sea.

Y es un lujo decir que ya falta solo un mes y piquito para que finalmente termine mi tercer año de odontología. Por estas fechas, mi papa comienza a temblar, se siente amenazado y en constante peligro y no para de preguntar, que cuales planes tengo para mis vacaciones, pero a decir verdad, todavía no tiene nada de que mortificarse, porque a estas alturas ni yo lo se. Todavía no me decido que quiero hacer este verano, ni luego, una vez estando allá, que podría hacer para aprovechar el tiempo. He buscado y ha habido muchas ideas interesantes que quisiera hacer, entre esas estudiar en Florencia, San Sebastian, Barcelona o Sidney un curso de verano de Cirugía, lo cual no tengo mucho que argumentar las razones por las que quisiera ir, porque no solo son ciudades que me conmueven cada una a su manera, sino que también viviendo allí me trajera alguno que otro enriquecimiento para la carrera y llegara centrada y ordenada al 4to año, pero luego de pasar todo un año quemándome las pestañas pensar pasar el verano estudiando, es un poco coñazo y no estoy muy segura si prefiero irme a pasear por Cuzco y por Bariloche o por el este de Europa. O simple y llanamente trabajar en Londres en un restaurant de una amiga.

Así que en esta indecisión ya llevo unos 3 meses donde a menudo lo unico que hago es darle vueltas a la cabeza, mandar cartas y Curriculums Vitaes, para ver si esta desorientación coge pronto algun punto cardinal.

Sé que tampoco perdería mi tiempo si me quedo acá, estoy trabajando de vez en cuando con una Odontólogo que me enseña mucho y me la paso pipa con ella. Me ha propuesto ganar algo de sueldo si me quedo con ella. Me ha ayudado mucho este ultimo año cuando al principio estuve de convalecencia sentimental, y bueno en ese tiempo que se puede llenar con lo que sea, que el contenido es lo de menos, con lo que este mas a mano y mas ayude a empujarlo, se tiene poca exigencia, ¿no es cierto? Luego no se recuerdan apenas, esos periodos, ni lo que se hizo en ellos, como si hubiera estado permitido todo, uno se justifica mucho por la desorientación y el sufrimiento; es como si no hubieran existido y en su lugar hubiera un blanco. Tambien un vacio de responsabilidades, "¿Sabe? Yo no era yo entonces". Entonces hice sin querer al padecimiento mi mejor coartada, la que mejor fingió exculparme de cualquier acto. Pero ella me puso mano dura y me instruía y me deslizaba ideas que me cautivaban, y se porto como la hermanita mayor, que nunca tuve e hizo lo mejor que pudo, y aunque nos conocíamos desde hace mucho tiempo, por diversas razones habíamos dejado la amistad, y por uno u otro motivo, afortunadamente el destino nos volvio a unir y ha sido una maravilla tenerla como una primita mayor a la Dubi.

jueves, abril 24, 2008

Facebook

A mi el Facebook me parece una maravilla para colgar mis fotos y luego publicarlas por acá, pensé que podría ser otro Shutterfly (que nunca supe utilizarlo), o un lugar donde podrías guardar tus fotos. Pero lo que no pude predecir es que se iba a popularizar tanto y que tendría la oportunidad de poder estar en contacto diariamente con la gente que deje atrás en otras épocas de mi vida o en otros países. Esto es bueno y malo. Bueno porque te actualizas en lo que hacen esos antiguos amigos en el 2008, malo porque hay pasados que no hay que revolver, ni estar al tanto, sino es mejor dejarlos tranquilitos como estaban. La privacidad es limitada al estar en Facebook. Esta semana Claudio Nazoa publico un articulo que me gusto mucho y creo que merece la pena la reproducción.

CLAUDIO NAZOA

¡Auxilio! ¡No aguanto más! Por culpa del Facebook sufro de paranoia persecutoria y de múltiples personalidades. Me he vuelto esquizofrénico, hipocondríaco y celópata, he comenzando a odiar a mis amigos de siempre ya que han llenado mi correo electrónico con mensajitos de Facebook donde piden que los acepte como amigos, a pesar de que ellos y yo sabemos que somos amigos. Además, aceptarlos ¿para qué? Es como si alguien le dijera a su esposo o esposa, después de años de casados, "¿me aceptas?". Bueno, allí se justificaría porque son raros los esposos que se aceptan, pero ¿un amigo? Un amigo aceptado es algo horrible. Pierde la gracia.

Odio también a los amigos desconocidos que hacen lo mismo que los conocidos y a los amigos de mis amigos, conocidos y desconocidos, a quienes tampoco conozco y que no me interesa conocer, pero que no sé por qué extraña razón quieren ser mis amigos. Qué cosa tan espantosa está pasando con el bendito Facebook. ¡Qué angustia! Antiguas mujeres que alguna vez amé y luego me hicieron la vida imposible ¡aparecieron de nuevo! Su sitio de reunión es mi cuenta de Facebook, y lo peor es que, a pesar de que tuve el cuidado de que no se conocieran, ahora son compinches y comentan nuestras intimidades. Por ejemplo, ya todo el mundo sabe que lo que debería tener chiquito lo tengo grande y lo que debería tener grande lo tengo chiquito. A todas estas, los antiguos amigos y los amigos de mis amigos que por obligación ahora he tenido que aceptar pueden leer a diario esos comentarios.

¿Quién sería el demente que inventó esta locura que lo persigue a uno sin piedad? Esto del Facebook se me parece al aburrido juego de "el trencito" que hacen en las fiestas, cuando, al ritmo de una canción, algún feo o fea con el que nadie quiere bailar, agarra obligado y por la cintura al que tiene al frente y éste, a su vez, agarra a otro, y le echan a perder el baile a todo el mundo que esté cerca. Ayer recibí un nuevo mensaje de Facebook. Era una ex novia a la que, como pasa en las películas, un día encontré en mi cama con mi mejor amigo. Jamás olvidaré aquel: –No es lo que parece, cariño. Después te explico...

Gracias al Facebook, mi ex mujer y mi ex mejor amigo se reencontraron, se mandaron fotos actualizadas y ahora me piden que los acepte. Me puse entre triste y bravo, no por su reencuentro sino porque me enteré de que ninguno de los dos había muerto.

Estoy traumatizado. Esto es peor que una canción de Ricardo Arjona. Le tengo miedo a la computadora aunque esté apagada. En su pantalla, veo miles de amigos asomando sus cabecitas y sus manos, tratando de tocarme, rogándome que los acepte. Lo bueno de los amigos de verdad es que molesten lo menos posible, que casi nunca aparezcan y si aparecen que sea sólo para tomar whisky.

Qué sabroso es encontrarnos por casualidad con un amigo al que no veíamos hace tiempo y del que ni siquiera recordábamos su nombre. A raíz del Facebook, esa sensación se acaba, porque segurito va a salir un amigo del amigo perdido que, por ser amigo de éste, tiene mi dirección y ¡cataplum! aparece en la computadora con fotos recientes y de cuando estaba chiquito. ¿Por qué carrizo tengo que ver chiquito a ese señor? Si alguien adora a sus amigos soy yo y ellos lo saben. Sólo la muerte logrará separarnos, por supuesto... la de ellos. No hay otro remedio, la pronta muerte de todos mis amigos y la de ls amigos de mis amigos es la unica manera logica que veo para salirme de la pesadilla que significa en la actualidad el Facebook.

lunes, marzo 24, 2008

divina commedia

He estado pasando la semana santa con mi querido Carlos, que brinco el charco para visitarme desde Londres, casi dos semanitas, primero anduvo paseando por los Andes Venezolanos, visitando a mi familia y a mis amigas, comiendo pastelitos de guayaba, arepitas de mamá y pabellón. Y luego cuando ya tuve vacaciones nos fuimos para el espectacular Archipiélago de Los Roques, a pasar una semanita en el Gran Roque, una de las 50 islas y 292 cayos que representan las mayores bellezas escénicas que tiene Venezuela. El archipiélago esta situado al norte de Caracas a unos 176 Km. y conforma parte de uno de los arrecifes corales mejor conservados del mar Caribe. Para llegar hasta allá, sobrevolamos la variedad de azules que se observan desde el aire, un espectáculo inolvidable.

Los Roques es paraíso y punto, there's no discussion about it, y obvio que no soy la primera en pensarlo, pregúntenle a la biodiversidad del parque, a los roqueños y por supuesto a los italianos, que infestaron la isla. Pero muy majos todos, especialmente los de la posada La Movida, cuyo dueños son Mario y Lidia Rubino. El encargado es Noel, un paisa merideño que nos trato A1. El precio de la posada, 90 euros por persona, incluía las comidas y las llevadas a los cayos. El desayuno eran panquecas, omelettes, muffins, etc. La cava para el almuerzo estaba llena de cervecitas, wraps, sándwiches, ensaladas de frutas de mango, parchita, piña, etc. Luego al llegar de la playa siempre tenían preparadas unas meriendas riquísimas. Las cenas. Mamma mia, engorde 4 kilos en 7 días, y me enorgullece decir que fue el antipasto, mas el primo piatto, luego el secondo piatto con pescados frescos y langostas acompañadas de insalatas y contornos italianos divinos, y finalmente un dolci riquisimo. Más café, vino y copas. Y todas las notti rumbeaba con las panas italianas de las otras habitaciones (Giulia, Anna, Alessandra y Francesca). Que todo lo que había comido en la cena, lo bajaba riéndome de las tonterías que hacían para entretenernos. Fuimos al faro varias veces, disfrutamos de las puestas de sol con los pelícanos y las gaviotas. Caminábamos de noche por las calles dentro del Gran Roque que estaban conformadas por arena blanca, y donde los únicos carros que pasan por ahí son el de la basura y el del agua, que ni una sola vez los vimos. Nos tocaron noches preciosas de luna y estrellas. Estuvo todo muy lindo y la pasamos estupendo. Aquí les dejo algunas fotos de la semana.

Luego de una semana, tuvimos que despedirnos de ese Cieli del Paradiso para quedarnos una noche en Caracas, donde daba gusto pasear por ella porque estaba absolutamente vacía, todos los caraqueños se fueron a las costas y nos dejaron a una Caracas desierta. Aprovechamos un tour por la capital recomendado por la Lonely Planet, para que Carlos se diera cuenta de lo candela que es, aun estando vacía. Fuimos a pleno centro, hicimos la visita de los siete templos y vimos alguna que otra cosita. Comimos riquísimo en Mokambo y luego unos entrecôte de la mejor carne por las Mercedes. Al día siguiente tomamos aviones separados, el para Londres y yo para Mérida. Carlos se fue muy contento de Venezuela, sin que le hayan robado ni secuestrado, gracias al cuidado detallado que tuvimos en toda ocasión.

miércoles, febrero 06, 2008

Ferias del Sol

Quiero dejar claro que yo no me caigo a cobas, y que reconozco con mucha honra que en los últimos años no he sabido/podido disfrutar de las Ferias del Sol (Internacionales, cabe mas que decir). No me hacen nada de ilusión, y menos me quita el sueño en pensar en tantas boberas. Se vuelven insoportable las colas, los turistas, la gente, las vendimias, las exposiciones, el calor. Los emeritenses no podemos salir de sus casas por tanto horror. Excepto si te vas a pasear a las aldeas y pueblitos próximos donde se hace mas soportable estas fechas por la región.

No son unos carnavales como los de Rio, donde es un rollo mas musical (de tambores, de samba, de batucadas) y un rollo mas cultural. No es asi, en los carnavales de Merida. Se enfocan puro y duramente en las corridas, y no soy partidaria que en un albero se disfrute de la sangría gratuita por el sufrimiento de un toro. Ademas que los turistas que usualmente vienen para Mérida es gente que no les enseñaron a botar los papeles ni las botellas en una papelera y es Mérida, como ciudad que es quien termina siendo el basurero y quien termina pagando las consecuencias.

Y lo que mas odio, es lo acelerada que se pone la gente. Es como si hubiese multiplicado a mi mama por toda la gente que viene. Son como 200 mil personas a lo mama. Y detesto ver tanta aceleracion en la gente. Considero que hay que disfrutar mas despacio de las cosas, que hay que cocinar más y pasar más tiempo con los pies bajo la mesa, que hay que hacer el amor más despacio, que hay que usar menos el carro, que hay que conversar más con los otros y mirar más alrededor. No se trata de ser menos productivo, sino de estar más despierto, más relajado y más sano, con lo cual la productividad mejorará inexorablemente.

Más allá de eso, encontrar un tiempo justo para cada cosa es un camino a considerar para que la vida no nos pase de largo, para que la economía trabaje para nosotros y no al revés, y que seamos nosotros los que administremos el tiempo como un bien, como un recurso, no que lo veamos como un amo implacable. Uno se da cuenta de no puede perder el tiempo corriendo, y de que se pierde el presente por estar demasiado pendiente del futuro. Hay muchos modos de salvarse, si uno quiere. De encontrar el tiempo justo.

domingo, enero 13, 2008

La vida sigue...

El 7 de enero fue un día curioso desde el principio. Algo me despertó en la madrugada y no fue una pesadilla ni una preocupación ni una urgencia del cuerpo. Desde el este, se iba iluminando con un tenue resplandor de pantalla de celular el cielo incomparable de enero.

Se trataba de mi regreso a la rutina luego de los trajines y escándalos de diciembre, de las mesas repletas y las botellas interminables, de la torpe adaptación al cambio de hora y la divertida llegada del llamado bolívar fuerte. Tenía ya una lista de tareas para la jornada, pero quise vivir esos primeros minutos en paz, sin volar a preparar café y organizar objetos rutinarios y contar cuánto tengo en la cartera. Escuché la serenidad de la casa dormida. Observé el paulatino retorno de las cosas. Aspiré el tenue fresco de la nueva mañana que todavía se recostaba contra las paredes. Y me prometí a mi misma que este año trabajaría para ir más lento, poner más atención, concentrarme en lo verdaderamente importante y para saborear el presente.

Ese fue mi propósito inicial, aunque no el único, del nuevo año. Dependera de mi que lo cumpla o no, claro, como en años anteriores fue hacer mas ejercicio, leer mas, viajar a tal sitio, etcetera. El resto del día me esforcé por ponerlo en practica. Me senté en una frutería a tomar una tizana y a leer la prensa como un cuento tragicómico, no como un informe de desastres ni como un pretexto para la especulación estéril. Abrí mis sentidos todo lo que pude para gozarme el cielo azul sobre el Bolívar. Asumí mis tareas con concentración y con calma.

Es curioso que uno necesite de un estímulo como el cambio de año y de un clima como el de enero para volver a recordar que hay que vivir más despacio y mejor. En un día como ese 7 de enero, uno se acuerda de que en el mundo no solo hay horrores y verguenzas, de que existen la empanada de cazón, el Claire de Lune de Debussy, Woody Allen, El barón rampante de Calvino, el oporto, los baños de río, los mejillones, de que en realidad estamos rodeados de tesoros y que, de paso, suele haber quien nos quiera y que merezca a su vez ser querido.

Sería fantastico sentirme así todo el año, como lo sería también que no se acabara nunca esa luz y esa brisa. Pero bueno, por algo existen la industria de la autoayuda y la farmacopea contra la tristeza. Sin embargo, vale la pena tratar de rescatar algo, por lo menos algo de ese ímpetu de comienzos de año. Hacer algunos cálculos, que se hacen imprescindibles a medida que uno se convierte en un ser mas maduro: cuánto invertimos en desesperarnos, cuánto en alimentar pesadillas, cuánto en pelear por estupideces o por defender nuestro precario ego. Tener en cuenta no sólo que la desgracia puede estar a la vuelta de la esquina para cada uno, sino también que el goce y la serenidad pueden ser inminentes por su parte. Ver el rollo nacional como una fiesta mala y ridícula que en algún momento se acabará, aunque haya que ponerse luego a limpiarlo todo.

Digo, algo del relumbrón maravilloso de estos días -y lamento la cursilería- debe poder quedarse dentro de uno. Una lucecita. Como cuando hemos tenido instantes de plenitud en los que nos sentimos completos y equilibrados. Algo de ese oleaje de agua fresca debe quedarnos en las palmas de las manos.