jueves, diciembre 31, 2009

frecuencia alterada

Más allá de sus colas, sus ruidos y sus agobios, que también los tiene, el cambio de año suele colocarnos en una frecuencia distinta. Es una especie de conspiración benévola. Para muchos, baja la presión del trabajo o el estudio, se suspende la rutina y hasta hay algún dinerito de más. A unos cuantos los moviliza la música que suena por todas partes, hasta en los pasillos burocráticos; a otros, nos anima la luz prodigiosa, el cielo despejado en el que de noche hasta se ven las estrellas.

Nos sentimos distintos, pensamos distinto. El encontrarnos con los amigos, la familia y los exiliados que vienen de visita nos suelta la lengua y cuando le cuento lo que ha sido de mi termino descubriendo en mi pasado reciente coincidencias que habían pasado desapercibidas.

Uno construye con los demás un relato del año, un capítulo nuevo de la autobiografía que mal que bien vamos redactando para consumo propio y de los interesados.

Ahí es que formulamos las famosas promesas, el dejar de fumar, la dieta y el ejercicio y lo que tendremos que hacer y el dinero que esperamos ganar, todas esas cosas que vemos enormemente factibles la noche del treinta y uno pero que empiezan a mostrarse menos factibles en la mañana del siete de enero. Pero también podemos llegar a decisiones más drásticas: sobre la pareja o la ausencia de ella, sobre la carrera, la casa, la ciudad en que se vive o se malvive, el país.

Leyendo los libros atrasados, viajando si se puede o redescubriendo la habitación propia, en estos días, siento como que abro más los ojos. Veo menos las tragedias de alrededor, o por lo menos intento hacerlo, y me veo un poco más a mi mismo.

A mí me intriga mucho esa frecuencia extraña en que nos meten diciembre y enero, el modo en que uno se siente el primer día del nuevo año, la mezcla tan curiosa que, si se está atento, aparece en el paisaje interior: algo de melancolía, algo de optimismo, conciencia de la pérdida, conciencia de lo que se puede tener que antes no se ha tenido. En estos meses, la suspensión parcial o total de las rutinas permite que esa luz fantástica que baja del cielo despejado nos fracture la cáscara que nos oculta de nosotros mismos. Lo cual puede ser agradable o no. Pero es, sin duda, una oportunidad de conocimiento y de crecimiento si se la sabe aprovechar.

Me pregunto si esa persona que uno descubre en sí mismo durante esta época es una ilusión, una personalidad alterada por las circunstancias, o por el contrario el ser más verdadero, el auténtico.

Me pregunto si uno es más la persona más lenta, reflexiva y eventualmente alegre de diciembre y enero, que la agobiada, acalorada y furibunda de mayo o septiembre. Me pregunto por qué es tan difícil sostener esa atención y esa mirada hacia dentro que podemos obtener a fin de año. Y qué pasaría si lo lográramos, si lográramos ser todo el año tan audaces para querer cambiar y ser mejores, tan dados a llamar a la gente que se quiere, y también tan despilfarradores y un poco más irresponsables. Tal vez no trabajaríamos nunca, es verdad. Pero tal vez seríamos, por otro lado, distintos, distintos para bien.

No sé, son cosas para los que no tengo respuestas sino preguntas. Será la influencia de estos días, y la sospecha que traen, de que lo que vemos es en realidad algo más.

sábado, diciembre 12, 2009

la odisea de cadivi

El actual gobierno venezolano me parece que le gusta desafiar, en exceso, economicante a su pueblo. Si sometiera a votacion como venezolanos mas angustiar cuando vamos a hacer unos tramites de banco, estoy segura que ganaria las carpetas de los codiciados dolares de Cadivi.

Hace nada cerraron el Banco Canarias en el cual yo tenia mis ahorros y mi tarjeta de credito de Cadivi. Ahora tendre que meter papeles en otro banco para sacar mi tarjeta de Credito y luego esperar 6 meses de uso para poder pedir mis cupos de Cadivi. No puedo culpar al Estado por esto, ahora me tuviese que meter con la falta de consideracion y de sentido de comunidad que se caracteriza los presidentes banqueros venezolanos ante situaciones de crisis (se robaron toda la plata).

Pero bueno a lo que voy, ya la lista de requisitos de Cadivi cada dia se pone mas quisquillosa e inexplicable (sobre todo para mis amigos extranjeros que tienen la dicha de no poder vivir aca) pero ademas esta disenada para hacerte sentir el poder de una casta burocratica que pareciera odiarte desde entrada, como si hubieras hecho algo gravisimo, un misterioso pecado original. Que es no te gusta tu pais?, parece decirte el Estado.

Es una normativa cada vez mas engorrosa que cambia con desesperante frecuencia, forzando a toda la nacion a seguir su paso de elefante enloquecido. Y a ti, a preguntarte si estas cometiendo algun crimen por querer viajar unos dias a otro pais. Crimen que comenzaste a expiar con la lucha para obtener un pasaporte y que, si logras tomar ese avion, te acompanara en la angustia que sentiras cada vez que entregues la tarjeta de credito para pagar una cuenta, sin saber si pasara o no.

El relato de la "odisea de Cadivi", con sus anecdotas de gente gritando fuera de si en el banco y de empleados abrumados por los insultos que reciben de ocho y media a tres y media, se ha instalado entre nosotros como el del conductor violente, el del trafico inviable o el la sociedad peligrosa. emas muchos mas importantes que este? Cuantos venezolanos en realidad necesitan esos dolares para viajar al exterior? Eso podria discutirse. Pero el asunto de los dolares etos afecta a toda la economia, a la de quienes viajamos con frecuencia por lo menos (sin hablar de las importaciones necesarias en un pais que solo se produce Petroleo).

Cadivi te obliga a callarte y aguantar porque tienes un bozal de arepa; esos dolares estan subvencionados. Un bozal de arepa obligatorio, porque de los otros dolares no se puede ni hablar. Te impregna de burocratismo, intenta hacer de ti un funcionario necio y un poco sadico. Te inocula la logica del tu sabes como es todo, del ayudame con algo, de la suspension de la transparencia y la razon a favor de lo imprevisible y lo caprichoso, ese pantano innavegable en el que no tienes mas que renunciar o acceder a la sonrisita, el chocolatico, el mi amor, la resignacion. O te la calas y te adaptas, o no viajas.

Es la "organizacion" del Estado. Cadivi nos dice que el poder de ese Estado nos alcanza en Caracas o en Estambul. Y nosotros, sin saber que mas hacer, nos adaptamos.