martes, febrero 14, 2012

Aprender a cocinar


A algunos les parecerá una tontería. Otros, estarán de acuerdo. A otros más les sonará a algo que tiene algún sentido pero que no es para ellos. Todo eso lo tengo claro, pero igual lo voy a soltar aquí: una de las mejores cosas que uno puede aprender en la vida -como los idiomas, como administrar bien el dinero, como amar- es a comer y a cocinar. El que aprende a cocinar adquiere numerosas ventajas para vivir mejor. Comerá más sano, comerá mejor, estará más cómodo en su casa, tendrá una vida afectiva más provechosa y, en el caso de Venezuela, estará un poco más protegido de los sinsabores del entorno que está más allá de la puerta de su hogar. 
Piénsenlo: si uno sabe cocinar, podrá manejar mejor los siempre limitados recursos en uno de los países donde la comida es más cara y donde hay tanta especulación a lo largo de la cadena, desde el mercado hasta el restaurante. Por mucho que hacer mercado es también muy costoso para nosotros, es mucho más barato que comer afuera. Segundo argumento: si uno sabe cocinar, comerá mejor con la pareja, la familia y los amigos, pasará más y mejor tiempo con ellos, tendrá una dimensión afectiva más rica porque pocas cosas son mejores vehículos para los buenos sentimientos que la buena comida. Tercer argumento: si un cuenta con una casa en la que pueda cocinar y comer con comodidad, pues mejor todavía: esa casa será un mejor refugio del tráfico, la inseguridad. la hostilidad, la mala atención y la vulgaridad.
No siempre se puede, claro. Es muy difícil para quien vive alquilado en un cuarto o vive solo. O para quien tiene limitaciones alimenticias. A veces uno trabaja todo el día en la calle o muy lejos de casa, y simplemente no hay manera de escaparse de eso. A veces toca todas esas situaciones a la vez.
Pero en el caso de la cocina, mientras más se se sabe más de posibilidades hay de encontrar soluciones para la circunstancia personal. Por supuesto, siempre llegará el momento en que uno quiera salir, y en nuestras ciudades hay unos cuantos lugares de distinto presupuesto donde vale la pena comer. Venezuela es, en general, un país donde se puede comer muy bien. No se trata de aislarse del todo, de abandonar el espacio público, de renunciar a convivir con los demás. Pero de que el entorno es hostil, lo es, por la delincuencia, por la inflación, por las dificultades de la movilidad, por la mala atención y las muchas posibilidades de pasar un mal rato con otro conciudadano.
Creo que es un esfuerzo que vale la pena. No sólo por lo que uno se ahorra o se evita, sino por lo que gana. Porque hay pocas cosas mejores que un desayuno venezolano los domingos, con caraotas, queso, aguacate, arepa y huevos. Comer bien en casa induce a la conversación, a conocerse, a compartir la existencia con la gente que más quieres. Si se ejerce un trabajo que implica pasar demasiado tiempo en la computadora, cocinar sirve además como terapia. Es conectarse un poco más intensamente con las cosas sencillas y buenas de la vida, con la sal que hay en el cilantro, con el milagro de la levadura en el agua tibia, con la luz dorada del aceite de oliva. Si uno aprende a cocinar, vive mejor. De eso sí estoy segura. Como de que vale la pena el esfuerzo que haya que hacer para volverlo posible.